joé, machou, parece un perro apaleao
Amor me mueve. Tengo dos mujeres, una a cada lado. Y estoy enamorado de ambas. Una está a mi izquierda. Es camarera, sirve cañas. A la derecha la farmaceútica que vende alivios. Las dos me alivian de hecho; una con el dulce alcohol y otra con ibuprofeno en cápsulas. Son dos mujeres encantadoras en su trato con la gente, sonrientes y muy diligentes. Son un misterio. Sus ojos me muestran a las claras que saben cosas que yo no alcanzo a imaginar. Las encuentro con frecuencia. A la camarera en los contenedores de reciclaje, cuando vierte el vidrio. A la farmaceútica en la carnicería, comprándose el filete de mediodía. Nunca hemos intercambiado palabra. Así es el amor que siento por ellas: silencioso, secreto y sin asperezas. Así debe ser. La camarera se ríe interiormente cuando entro en su bar porque siempre me acompaña una expresión de perro perdido que busca a su amo. Yo me doy cuenta pero ni aún cuando tiro una caja de galletas a su lado, me vuelvo a mirar. Me voy de paseo invernal con un gorro de lana en la cabeza y sólo cuando estoy suficientemente lejos de su presencia giro el cuello esperando que me diga adiós con la mano y una expresión de perra perdida en el rostro. Pero no.Termina de romper botella contra botella. Voy por mi derecha y cuando paso delante de la farmacia miro dentro como si buscara a alguien. Al perro, que se me ha vuelto a escapar mientras le daba un paseo. Puede ser que esté dentro, comprando los antiparasitarios que ya no le doy. Ella tiene los ojos azules siberianos y unas veces me ve haciendo este gesto, y otras no, y otras está dentro buscando un fármaco, o en la carnicería comprando, o es su día libre. Yo las amo distinguidamente porque son mis elegidas, pues hay muchas mujeres algunas muy bellas y delicadas. Algunos tontos y tontas creen que soy un retrasado mental y que esto no es amor sino fantasear. Me dicen que ellas ni saben de mi existencia, ni les preocupa, que amor es tocar, hablar, escuchar. No tienen ni idea del universo de miradas, a veces encontradas, que me une a mis dos mujeres. Y sé que las amo porque son miradas protectoras. Y si un borracho o un toxicómano intentaran ofenderlas o se sobrepasaran en su trato, saltaría sobre ellos sin pensarlo dos veces. Si es que pasaba por allí, claro. Me dicen que soy un bobo que vive de aire y que no me caliento ni toco chicha. Anda, habla con ella, al menos con la camarera. No se dan cuenta del equilibrio de fuerzas, de la armonía amorosa en que me desenvuelvo, del trajín que me llevo un día con una y mañana con la otra. Y es que soy un bígamo, pero estas ya son cuestiones morales a tratar en oreo momento.
eto pa L.,S.,R.,y S. aunque no lo leáis y aunque nunca hablemos de estas cosas.