La noche cambió de lleno nuestras atormentadas mentes, sentimos una sacudida en el cerebro y el cielo se llenó de luciernagas centelleantes que no paraban de zumbar sobre nuestras cabezas. Algunas veces no hace falta decir nada, tan solo fluir en el cálido plasma y sentir que el tiempo se ralentiza en miles de instantes. Fluir es vivir.Francesco Malakhosa
viernes, junio 25, 2004
Cuando me dijo que había tomado tres botellines pensé que tal vez debería terminar la noche haciéndole el boca a boca. Quizás por ello pedí otra cerveza en la esperanza de que fuese yo el reanimado.V. Desideri
Ayer soñé que daba la vuelta al mundo en barco, cuando me levanté descubrí que me había meado en la cama...F. Malakhosa
jueves, junio 10, 2004
Sara
La otra noche cogí la botella de whisky del fondo del armario, estaba oscuro y pensé que quizás el whisky me encendería un poco, así que llené un vaso y disfruté amargamente del primer sorbo.
Había dejado de beber dos años antes, cuando conocí a la que fue mi musa hasta la semana pasada, Sara. Sus cabellos rojizos me hacían sentir el calor en la nuca y su sonrisa me hacía temblar, se peinaba todas las mañanas frente al espejo antes de preparar dos tazas de café para el desayuno, yo observaba desde la cama somnoliento su espalda desnuda fascinado por la palidez de su piel. Sus ojos eran tan claros y tan brillantes que parecía que se iba a echar a llorar en cualquier momento, y su nariz pequeña y frágil contrastaba con la mía, algo más basta.
Sara me hablaba de cosas que nunca habría comprendido si no fuera por su sencillez y su paciencia, yo era un poco terco de mollera, me había pasado los doce años anteriores bebiendo y todavía me costaba un poco coger el hilo, ella me ayudó a dar el primer paso para dejar la bebida.
Ahorramos un poco de dinero y alquilamos un estudio, por aquella época yo pintaba retratos en la Plaza del Ayuntamiento y sacaba unos eurillos que nos daban para vivir. Según pasaban las semanas fui desarrollando mí creatividad y empecé a ganar más dinero, compramos un coche, Sara siempre estaba a mi lado y me inspiraba miles de formas que yo representaba en mis cuadros. Durante el primer año conseguí adquirir cierto prestigio como artista-joven-promesa, no podía creer lo que me estaba pasando, y todo gracias a ella. Pronto empezamos a ir a fiestas y a trasnochar hasta altas horas de la madrugada. Yo no bebía por mis nuevos principios, la bebida me quitaba la inspiración divina que me había dado Sara, pero ella cada vez bebía más. Llegó la coca y con ella las pastillas, se hizo adicta a todo tipo de capsulas de colores... para Sara todo aquello era un mundo nuevo, como para mí la abstinencia, y se entregó al máximo al igual que yo. Dejó de peinarse por las mañanas y mucho menos preparaba el desayuno, su piel se oscureció y su nariz sangraba cada dos por tres.
Un día la abandoné en una fiesta de la Asociación de Artistas Abstemios, estaban todos colocados y Sara no paraba de ir de acá para allá hablando con todo el mundo y tomando copa tras copa. Salí de la sala sin despedirme y la dejé en los baños con el presidente de la asociación. Cogí el coche y puse una cinta de los Rolling Stones, una canción de amor, volví a casa y esperé junto al teléfono una señal, una llamada. Pensé en tomarme una copa pero desistí, finalmente me quedé dormido hasta mas allá del mediodía que ella apareció. Venía totalmente colocada y empezamos a discutir, Sara gritaba, estaba fuera de lugar, yo también gritaba, salimos a la terraza y seguimos discutiendo, ella apenas se mantenía en pie y yo no podía aguantar,entré en casa. No podía soportar otra vez todo aquello, Sara había trazado un mundo nuevo ante mis ojos y yo sobre todas las cosas la amaba y no quería perderla. Cuando volví a la terraza, Sara ya no estaba, había saltado al vacío. Pensé que quizás había volado como un ángel hacía un destino mejor, pero una vecina la había visto saltar y había llamado a la policía, unos agentes estaban tapando su cuerpo, pronto subirían al piso. Me senté en el sillón y comencé a llorar, continué llorando todo el día, toda la semana y seguiré llorando toda la vida mientras me pregunto si no podría haber librado a Sara de ese final, como había hecho ella conmigo. Mí amor verdadero, mí sueño dorado, mí Sara.
F. Malakhosa
miércoles, junio 09, 2004
Cuando me dijo que había tomado tres botellines pensé que tal vez debería terminar la noche haciéndole el boca a boca. Quizás por ello pedí otra cerveza en la esperanza de que fuese yo el reanimado.V. Desideri
Ayer soñé que daba la vuelta al mundo en barco, cuando me levanté descubrí que me había meado en la cama...F. Malakhosa
Sara
La otra noche cogí la botella de whisky del fondo del armario, estaba oscuro y pensé que quizás el whisky me encendería un poco, así que llené un vaso y disfruté amargamente del primer sorbo.
Había dejado de beber dos años antes, cuando conocí a la que fue mi musa hasta la semana pasada, Sara. Sus cabellos rojizos me hacían sentir el calor en la nuca y su sonrisa me hacía temblar, se peinaba todas las mañanas frente al espejo antes de preparar dos tazas de café para el desayuno, yo observaba desde la cama somnoliento su espalda desnuda fascinado por la palidez de su piel. Sus ojos eran tan claros y tan brillantes que parecía que se iba a echar a llorar en cualquier momento, y su nariz pequeña y frágil contrastaba con la mía, algo más basta.
Sara me hablaba de cosas que nunca habría comprendido si no fuera por su sencillez y su paciencia, yo era un poco terco de mollera, me había pasado los doce años anteriores bebiendo y todavía me costaba un poco coger el hilo, ella me ayudó a dar el primer paso para dejar la bebida.
Ahorramos un poco de dinero y alquilamos un estudio, por aquella época yo pintaba retratos en la Plaza del Ayuntamiento y sacaba unos eurillos que nos daban para vivir. Según pasaban las semanas fui desarrollando mí creatividad y empecé a ganar más dinero, compramos un coche, Sara siempre estaba a mi lado y me inspiraba miles de formas que yo representaba en mis cuadros. Durante el primer año conseguí adquirir cierto prestigio como artista-joven-promesa, no podía creer lo que me estaba pasando, y todo gracias a ella. Pronto empezamos a ir a fiestas y a trasnochar hasta altas horas de la madrugada. Yo no bebía por mis nuevos principios, la bebida me quitaba la inspiración divina que me había dado Sara, pero ella cada vez bebía más. Llegó la coca y con ella las pastillas, se hizo adicta a todo tipo de capsulas de colores... para Sara todo aquello era un mundo nuevo, como para mí la abstinencia, y se entregó al máximo al igual que yo. Dejó de peinarse por las mañanas y mucho menos preparaba el desayuno, su piel se oscureció y su nariz sangraba cada dos por tres.
Un día la abandoné en una fiesta de la Asociación de Artistas Abstemios, estaban todos colocados y Sara no paraba de ir de acá para allá hablando con todo el mundo y tomando copa tras copa. Salí de la sala sin despedirme y la dejé en los baños con el presidente de la asociación. Cogí el coche y puse una cinta de los Rolling Stones, una canción de amor, volví a casa y esperé junto al teléfono una señal, una llamada. Pensé en tomarme una copa pero desistí, finalmente me quedé dormido hasta mas allá del mediodía que ella apareció. Venía totalmente colocada y empezamos a discutir, Sara gritaba, estaba fuera de lugar, yo también gritaba, salimos a la terraza y seguimos discutiendo, ella apenas se mantenía en pie y yo no podía aguantar,entré en casa. No podía soportar otra vez todo aquello, Sara había trazado un mundo nuevo ante mis ojos y yo sobre todas las cosas la amaba y no quería perderla. Cuando volví a la terraza, Sara ya no estaba, había saltado al vacío. Pensé que quizás había volado como un ángel hacía un destino mejor, pero una vecina la había visto saltar y había llamado a la policía, unos agentes estaban tapando su cuerpo, pronto subirían al piso. Me senté en el sillón y comencé a llorar, continué llorando todo el día, toda la semana y seguiré llorando toda la vida mientras me pregunto si no podría haber librado a Sara de ese final, como había hecho ella conmigo. Mí amor verdadero, mí sueño dorado, mí Sara.
F. Malakhosa